top of page
Buscar

DETENERSE O FLUIR

  • Foto del escritor: Kenia Arteaga
    Kenia Arteaga
  • 27 mar 2020
  • 4 Min. de lectura

Los últimos días en mi vida han sido complicados, incluso podría decir que particularmente ayer fue un día difícil en el que la vida me dio una palmada en la espalda para recordarme que no debo ser tan aprensiva con aquellas cosas que no dependen de mí, que tengo que aprender a manejar mi frustración y a enfocar mi energía en cosas que me sumen…

Una disculpa si empecé esta entrada un poco intensa, pero así es como me he sentido los últimos días: intensa, irritada, enojada, molesta, triste… al grado que mi hermana y mi novio –de la manera más inesperada para mí- hablaron conmigo hace un par de días para decirme que debía dejar los problemas del trabajo en el trabajo, que tenía que concentrarme en hacer cosas distintas por mí y para mí, porque no podía seguir llegando a casa de mal humor.


¿Sabes? haré un pequeño paréntesis aquí porque creo que, hasta ahora, has conocido solo una parte de mí, esa parte que es positiva, que intenta buscar el lado bonito de las cosas pero, ¡no!… No siempre puedo estar sonriente, hay muchas cosas que mueven mi frecuencia y también está bien no siempre estar bien, aunque suene redundante.


En esta ocasión, lo que alteraba mi frecuencia no era algo del trabajo en sí, sino la actitud que tomaron algunas personas respecto a la crisis de salud que se vive en el país y en el mundo, provocada por la pandemia del #coronavirus –COVID-19-; es decir, respecto a la decisión que tomaron de seguir acudiendo al trabajo sin brindarnos alternativa alguna y, sobre todo, por el hecho de que tenía que seguir desplazándome en metro al trabajo.


Tal vez para ti podrá sonar súper tonto, podrás decir que éste no es un problema real… pero no sabes la ansiedad –si es que puedo llamarla así- que se generaba en mi ser desde el hecho de pensar que por más medidas de precaución que yo tomara para evitar contagios, a mi alrededor existían miles de personas que no los tomaban y respecto de las cuales es imposible mantener una sana distancia en el metro. Me percaté que ahora me fijaba mucho más en todas las personas que se sonaban la nariz, que estornudaban, que tosían, etcétera… uuufff, me viajaba demasiado y lo único que requería era ya estar en mi hogar para lavarme las manos, respirar profundamente y poder abrazar a mi novio y a mi hermana, quienes ya llevan dos semanas haciendo home office.


De verdad, estaba viviendo un martirio interno que solo incrementaba conforme eran rechazadas las insinuaciones que hacíamos algunas de mis compañeras y yo sobre la gravedad de la situación, del porqué era necesario evitar desplazarnos… Bueno, para no hacerte el cuento largo, mi ansiedad incrementó al percatarme de que -al menos en mi trabajo- no tomarían la decisión de suspender actividades hasta que hubiera un decreto oficial al respecto.


Así que era momento de que yo tomara una decisión…¡No! Renunciar nunca fue una opción porque #VidaAdulta jaja, pero sí tenía que elegir a la de YA si quería seguir enfocándome en lo malo de esta situación (seguir saliendo todos los días al trabajo) o, como les he dicho en otras ocasiones, intentar sacar lo bueno de la situación y agradecer por cada cosa que pase, porque todo es enseñanza.


En esta ocasión, decidí dejar fluir las cosas porque debo entender que las cosas no siempre van a salir como yo quiero, que no todas las personas comparten los mismos ideales que yo y, sobre todo, que no puedo permitirme frustrarme por cosas que no dependen de mí, que van más allá de lo que yo puedo hacer.


Soltar esta situación lo estoy haciendo por salud mental, literal… porque ya comenzaba a sentir ese dolorcito de garganta tan característico en mí, ese dolorcito que aparece cada que hay algo que necesito decir y no lo hago, cada que hay algo que me molesta y no sé cómo expresarlo, ese dolorcito que desaparece una vez que logré decir eso que tenía ahí atorado… vaya, soy una persona que suele somatizar sus emociones en la garganta… uuff, mala época para hacerlo, I know.


Así me di cuenta de que es súper cierto que depende de nosotros ver el vaso medio lleno o medio vacío, porque así como yo estaba frustrada por querer estar en mi casa en cuarentena, había también personas que llevaban apenas unos cuantos días y ya darían todo por salir un poquito.


Básicamente, la vida bonita demostrándome una vez más que debemos hacer lo que podemos con lo que tenemos, cuidarnos a nosotros mismos para poder cuidar a los demás, debemos concentrarnos en el presente y disfrutar cada cosa que tenemos a nuestro alcance.


Por eso, si el día de mañana me toca estar en cuarentena en mi casa, disfrutaré a las personas que estén en ella y me disfrutaré a mí, de la misma forma que por ahora disfrutaré mi camino al trabajo (ahora en coche jaja) porque solo depende de mí pasar esta época de crisis enojada o con una linda sonrisa…

Comments


Llevemos esto al siguiente nivel, ¿gustas?

¡No te pierdas ninguna publicación!

  • Blanco Icono Pinterest

©2018 BY KENIA ARTEAGA

bottom of page