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ESPEJITO, ESPEJITO

  • Foto del escritor: Kenia Arteaga
    Kenia Arteaga
  • 14 sept 2018
  • 4 Min. de lectura

Al verte en un espejo ¿qué es lo primero qué haces?: (1) señalar todas y cada una de tus imperfecciones... "¡Dios! ¿Por qué no tengo la piel perfecta como las modelos de revista?"; (2) sonreír, lanzar un beso y decir uno que otro piropo... "¡Pero qué linda amaneciste hoy!"; (3) "¿Verme al espejo? ¿Cómo? ¿Por? No tengo tiempo de hacer esas ridiculeces"...



A lo largo de mi vida he hecho las tres cosas, honestamente... sí, desde quejarme porque está apareciendo algún nuevo barrito en mi rostro, hasta dejar de verme al espejo porque "no hay tiempo". Además, hay días en los que uno despierta con un mejor ánimo que otros, días en los que de repente tienes esa sensación de ser la mujer más hermosa del mundo y otros en los que por más que te arregles, no logras gustarte... básicamente, días buenos y otros no tan buenos para nuestra autoestima.


Hace unos días, por ejemplo, desperté sin ganas de arreglarme, sin ganas de maquillarme o de siquiera producirme un poco ese cabello loco que tengo yo. Sin embargo, en esta ocasión no fue porque me sintiera triste o desanimada, no... simplemente no saldría de mi departamento y quería darme un espacio para mí, hacer cosas qué tal vez no puedo hacer todos los días y aprovecharlo para aplicarme mascarillas en el rostro y en el cabello, escuchar música, trabajar un poco en mi tesis, ver una película... quería un día para consentirme, ¿cuándo fue la última vez que lo hiciste tú?


Para mí, esta ocasión se sintió distinta porque no sólo me hice un espacio sino que fue la primera vez, en mucho tiempo, que me gustó lo que vi en el espejo, me gustó ver mi rostro sin maquillaje y darme cuenta que el tiempo que he invertido en cuidarme el rostro está dando resultados, el tener una sensación de felicidad que no necesitaba explicación... sencillamente me sentía feliz conmigo misma y me di cuenta que en el fondo lo que proyectamos no es más que un reflejo de cómo nos sentimos por dentro.


Es muy curiosa la vida, existen tantas personas que son tan bonitas y ellas ni siquiera lo saben, no saben lo que tienen y mucho menos se lo creen... ¿Por qué? Bueno, porque creo que al final cada uno de nosotros es un mundo, todos tenemos inseguridades sobre algún aspecto de nuestro físico, inseguridades que debemos de trabajar interna y externamente, inseguridades que debemos hacer a un lado para poder proyectar lo que en verdad somos y así logremos amarnos un poco más cada día.



¿Saben algo? Creo que no hay forma más mala de perder el tiempo que el hecho de criticarnos a nosotros mismos de una manera destructiva y lastimosa, en el fondo con eso no te estás ayudando, por el contrario, te estás dañando y estás cegándote ante la posibilidad de explotar todo lo bueno que tienes. Todos tenemos defectos, nadie es perfecto y es justo lo imperfectos que somos lo que nos hace únicos, lo que nos hace bellos... además, si nosotros no trabajamos con lo que tenemos y no nos aceptamos tal cual, nadie más lo hará por nosotros.


Verán, yo soy de esas personas que todo el tiempo intenta estar arreglada y es demasiado raro dejarme ver sin una gota de maquillaje o desaliñada, porque arreglarme es algo que me gusta, de verdad, es lo que yo llamo "mi ritual", es un tiempo que me dedico a mí y para mí... sí, porque yo me arreglo para mí, para nadie más (por eso soy un poco lenta al hacerlo jajaja). Sin embargo, hubo un momento en mi vida en el que si no me arreglaba, no me sentía a gusto y si llegaba a salir a la calle sin hacerlo, era porque no quedaba de otra pues de lo contrario no había forma en la que saliera así... y ahora me doy cuenta que no era la falta de maquillaje lo que me hacía sentir así, sino el hecho de que no estaba segura de mí, de lo que tenía, de como lucía y de quién era.


El primer paso para poder sentirnos y lucir bellos frente al espejo es comenzar a querernos a nosotros mismos, darnos una buena dosis de amor propio para querernos con ojeras, con granitos, con puntos negros, con arrugas, con entradas, con canas, con todos esos "defectos" que pensamos tener, porque no importa si usamos el maquillaje más caro, la ropa más fina, la joyería exclusiva de la vida... al final esas cosas solo serán un adorno detrás del cual podemos ocultarnos del resto de la gente, pero no de nosotros mismos.


Con esto no quiero que me mal interpreten, no quiero decir que una persona es segura de sí misma -única y exclusivamente- si va por la vida sin maquillaje o sin arreglarse. ¡No, qué va! Yo soy de la idea de que una persona debe arreglarse, procurarse, cuidarse, producirse y perfumarse, incluso si tienes un día no tan bueno -como aquellos en los que, de verdad, ni el sol te calienta- porque siempre nos debemos arreglar y poner todos lindos para nosotros, para nadie más. Lo que quiero decirles es que usemos el maquillaje y la manera de vestirnos como una forma de expresarnos, como algo que represente lo que somos y no como una máscara para aparentar ser alguien que no somos.



Usemos todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance para hacer una mejor versión de nosotros mismos, para ayudarnos a sanar esas heridas que nos hemos hecho con el paso del tiempo y para perdonarnos por habernos ofendido frente al espejo... porque en esta vida no existe un espejo mágico como el de "The Evil Queen", al que solo bastaba que ésta le dijera "ESPEJITO ESPEJITO, ¿QUIÉN ES LA MÁS HERMOSA DEL REINO?" para que éste le respondiera que no había nadie más hermoso. La única persona que en realidad importa que lo diga sin titubear somos nosotros mismos, así que la siguiente vez que te veas al espejo, regálate una sonrisa y di en voz alta: "QUE HERMOSA(O) SOY".

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©2018 BY KENIA ARTEAGA

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